Algo ya no funciona en el mecanismo de representación de los ciudadanos. Los viejos caminos conducen a ninguna parte. Están cortados por las avenidas de las intransigencias y los desprendimientos de las laderas de los fundamentalismos. Las antiguas veredas se han llenado de acólitos y ciegos feligreses que no tienen otro objetivo que echar a los adversarios de la vereda que ha dejado de conectar un pueblo con otro. Se han arrogado el derecho de paso por la carretera de la razón y así han ido cercando, vallando, amurallando lindes y prados con el mortero del pensamiento único amasado con la cal y la arena de los sentimientos más viscerales. ¡Seguidnos y echaremos a los otros de los caminos del pueblo! Gritan desde una cuneta y le responden desde la de enfrente ¡Seguidnos y echaremos a los otros del camino del pueblo! Se eternizan en la discusión mientras la maleza y la lluvia desmenuzan las calzadas que antaño servían para ir de un sitio a otro progresando y mejorando las co...