El otro día me tropecé con una de esas conversaciones de barra de bar en las que los parroquianos se quejaban amargamente de la cara de gilipollas que se les quedaba, se nos queda, cada vez que llegaba la factura de la luz. Esta es, más o menos, la transcripción de lo que escuché en los cinco minutos que uno tarda en tomarse un café: “Menudo palo. Vaya tela. Si sopla el viento nos la suben y si no sopla también. Menos consejos para ahorrar electricidad y más bajadas en los impuestos que te clavan cada mensualidad disfrazados de transiciones o mutaciones ecológicas. Que si impuesto a la generación. Que si palo a la cogeneración. Que si tasa de esto. Que si contribución a lo eólico. Que si aporte a lo lógico Que si lo otro que si lo de más allá y un 21% del IVA de postre. Mis enchufes parecen butrones. Cada vez que conecto algo me sacan los cuartos. Son vampiros eléctricos. Nos chupan los voltios. Nos dejan secos de vatios y ahora que la gente empieza a mosquearse aflojan e...