Anda la provincia como la famosa camella que transportaba a lomos a un numeroso grupo de pasajeros por un inmenso arenal. Es decir que va jodida. Va renqueando de sus patas económicas y con un nutrido grupo de tripulantes agarrándose con lo que pueden para no caerse y quedar atrás. Y es que sus jinetes, los que la manejan y pilotan por entre las dunas, son tan numerosos que algunos ya se agarran a ella; a la camella; como si fueran ese famoso (muy a su pesar) granadino, metiendo cualquiera de sus miembros donde sea para no perder comba a pesar del riesgo de padecer cangrena en tan íntima parte o la vergüenza de que, si alguna vez se llega al oasis, tengan que ser liberados por un apuesto bombero armado con una rotaflex en miniatura y un bote de lubricante. Si señores, digan lo que digan los camelleros, aquí lo del paro no es culpa de los griegos. El drama del desempleo no es cosa de Sófocles ni el naufragio de los planes extraordinarios es una chapuza del bromista de Ar...