La eñe es una letra muy
española. Es una letra preñada de decisivas precisiones para no confundir la campaña
electoral con una humilde campana. La
campaña es una campana sin espadaña a la que, con artimañas se le ha ordeñado
el badajo. También existe su cuñada, la precampaña, que es un trozo de bronce
sin pasar aún por la fragua. Apenas una reseña de metal pero a la que se le
adivina cómo le cuelga la “ñ” para que los discursos la bruñan y las promesas
la tañan.
La eñe es una señora letra
que ahora suena mucho y que sueña poco por que ya no la dejan con tanta leñe. La
manosean y soban con el señuelo y el cebo colocados para buscar el voto cada
cuatro años. La eñe es tan importante que es la que nombra dueños y dueñas. Es
la peña de la pena curada. Es la riña y el riñón cuando se viene arriba. Es una
letra que pergeña el paisaje y hace de una empanada una empañada mañana de
otoño con tan sólo ponerse el bigote. Es poeta y literata capaz de convertir
los anos en años por los que excretar todo lo negativo y lo desdeñoso.
Aún así poco puede hacer para
evitar que los que a toda costa nos quieren domeñar, abran los caños sin
pararse en canas, para conseguir que los sufragios vuelvan sus cañas lanzas (si
es que ganan) y sus añagazas sinceridades (si es que pierden). Si es necesario despeñarán a quien sea necesario
y lo harán dando el coñazo en precampiñas y postserranías.
Los moños quieren volverse
monos y las manos se hacen aragonesas. Maños mañosas que devolverán al Ebro su
señero hermano, el Miño, y seguirán tiñendo de fresco la ribera. Preñeces húmedas
para llenar leñeras y desgreñar malezas y estas realidades estreñidas y
extrañas que nos añaden una tras otra y que cuelgan de estos liñuelos periódicos.
Así que preparaos para lo de esta peña que ya está en precampaña. Gente que ya amenaza con dejarse caer con el ceño fruncido. Con las cuñas en ristre y para las que no tenemos contraseñas ni cortafuegos suficientes para salvarnos. Cada fin de semana se prodigan arañazos mientras de lunes a viernes se dejan crecer las uñas. No hay tregua y a poco que les enseñan el trapo se lanzan al gañote del contrario, dándose puñetazos con la lengua, cogiéndose a puñados, revolcándose en el albañar del “y tú más”. Albañiles de añejas promesas que siguen siendo las de antaño. Ensoñaciones pergeñadas de maneras ñoñas y moñas. Diseños de futuros que siguen siendo los mismos. Los mismos apaños de cuando éramos niños y teníamos todavía la eñe pequeña y un montón de cajas llenas de muñecos. Tiempos añorados, sin amaños, con buñuelos, sin señuelos, con cabañas, sin dueños, con añil, sin apaños, con baños, sin saña, con piñones, sin puñales… tiempos barbilampiños llenos de pedigüeños y roñosos momentos
Así que preparaos para lo de esta peña que ya está en precampaña. Gente que ya amenaza con dejarse caer con el ceño fruncido. Con las cuñas en ristre y para las que no tenemos contraseñas ni cortafuegos suficientes para salvarnos. Cada fin de semana se prodigan arañazos mientras de lunes a viernes se dejan crecer las uñas. No hay tregua y a poco que les enseñan el trapo se lanzan al gañote del contrario, dándose puñetazos con la lengua, cogiéndose a puñados, revolcándose en el albañar del “y tú más”. Albañiles de añejas promesas que siguen siendo las de antaño. Ensoñaciones pergeñadas de maneras ñoñas y moñas. Diseños de futuros que siguen siendo los mismos. Los mismos apaños de cuando éramos niños y teníamos todavía la eñe pequeña y un montón de cajas llenas de muñecos. Tiempos añorados, sin amaños, con buñuelos, sin señuelos, con cabañas, sin dueños, con añil, sin apaños, con baños, sin saña, con piñones, sin puñales… tiempos barbilampiños llenos de pedigüeños y roñosos momentos
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