Parece
que anda suelto Robespierre en la ciudad de Linares. Allí ha cercenado la
cabeza política de dos concejales que han sido apartados del equipo de
gobierno. El alcalde socialista, Juan Fernández, ha cortado por lo sano y se ha
amputado dos de, las hasta ahora, manos derechas de su largo gobierno al frente
del ayuntamiento. Pilar Parra y Luís Moya dos ediles con enorme peso en el
todopoderoso y hegemónico Partido Socialista Obrero Español. Por eso mismo a
Fernández ya le están preparando su termidor especial los, hasta no hace mucho
tiempo, íntimos cofrades en tantos y tantos brumarios. Pero algo se ha roto y
ha hecho crack en la comarca norte de la provincia que cuenta por decenas de
miles los desempleados y por centenares los olvidos. Tampoco andan muy
tranquilos en la orilla popular dónde los críticos amenazan con zozobrar la
chalupa electoral de las locales con un enconado enfrentamiento que nadie ha atinado
a suavizar. Un desconchón que ha derribado un muro de carga. Un padrastro que
ha terminado por gangrenar la mano. De aquellos brumarios estos germinales de áspera
maleza y resecos brotes que siguen sin atinar en el remedio de los problemas
que nos aquejan. Mientras que los partidos emergentes quieren hacerse con los
escasos y menguantes frutos que restan.
El
otro día leímos que la población de la provincia de Jaén seguía en caída libre
y que en la última revisión del padrón municipal, con fecha 1 de enero de 2017,
se habían borrado 4.766 personas por lo que la población de la provincia era de
643.484 almas que siguen atribuladas por este goteo de ausencias y desesperanza
creciente. Los datos señalan que en los últimos diez años la provincia ha perdido
21.258 habitantes. Pero este es un asunto que parece importar poco o nada a
quienes tienen que encauzar soluciones para evitar que nos quedemos convertidos
en un páramo desnudo, desolado, deshabitado y desocupado. Una extensión desierta
en la que apenas queden grupos de personas. Familias reducidas. Clanes consanguíneos
y enemistados con los vecinos. Serán los cargos públicos que continuarán
medrando para seguir siendo elegidos. Haciendo lo que haya que hacer para poder
irse a Madrid y a Sevilla a defender a un territorio vacío. Lleno de los ecos ausentes
de las aldeas y pueblos que agonizan entre el ruido de ceses, dimisiones
forzadas, congresos fallidos, listas quebradas, candidaturas pactadas, acomodo
de viejas glorias, encaje de pareceres, confluencias, nacencias, presencias,
ausencias, premios por los servicios prestados, olvidos forzados, relevancias y orígenes. Anda suelto Robespierre ajeno al éxodo
desesperanzando de los sans culottes y hace resonar la cuchilla en las
reuniones donde se empiezan a decidir los repartos en el reparto de lugares en
listas y escalafones. Entretanto los abuelos superan por millares a los nietos
que son como diamantes, por lo hermosos sí, pero sobre todo por lo escasos
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