Parques
seniles. Un concepto que acuñó un compadre cuando, el otro día, acertamos a
pasar por la zona de juegos infantiles del paseo de mi pueblo. El panorama era
inquietante columpios varados y toboganes sin nada que echarse al coleto.
Laberintos deslaberintados por el viento. Tíovivos dados por muertos ante su
falta de movimiento. Qué es una rueda si no da vueltas: un sitio triste, un
objeto inútil, un espacio vacío. Era una
tarde de primavera soleada. Ni un solo niño y un montón de abuelos en busca de
nietos. Sí, los niños ya son como las perlas: hermosos y escasos por estos
terrenos en los que parir no está de moda. Tanto es así que los mecederos y
balancines se están cambiando por máquinas de mantenimiento gerontológico. En
los parques ya no se escucha las madres advertir a sus retoños: ¡cuídado que te
caes hijoooooo!. Ahora es más frecuente oir a las hijas decir: ¡cuídado papá
que te contracturas! Maldita realidad. Es lo que hay y a la vista está.
En
estos mismo papeles contaba mi paisano Contreras que «si los niños son el
futuro, el de Jaén pinta muy negro» y sustentaba esa afirmación en las cifras
del Observatorio de la Infancia dependiente de la Junta de Andalucía,
correspondiente al año 2016, «Jaén es ya la provincia donde menos menores de 18
años hay a tenor de su población total. En la provincia hay 116.186, sobre un
total de 648.250 habitantes». A este
paso hasta los Reyes Magos se van a quedar en el paro en la provincia de Jaén.
Cada vez hay menos juguetes que acarrear desde Despeñaperros abajo y Sierra Sur
arriba. Eso sí la Teletienda vende a porrillo medias mágicas y masajeantes para
las varices, cuchillos con filos tan eternos como las sonrisas de los cocineros
que las venden. Babas de caracol, escupitajo de serpientes y aloes a la vera de
magos del ácido hialurónico, de hechiceras de la regeneración de la piel,
milagrosos ungüentos, emplastos y pomadas para el alisamiento de las
arrugas. Las extremas unciones, dentro
de poco, serán más frecuentes que los bautizos en esta provincia sin niños que
echarse al hombro para que vean mejor los fuegos artificiales en las ferias que
aún nos quedan por delante. Los fotógrafos de primeras comuniones celebran
cumbres y concilios para afrontar la caída del negocio. Por no hablar del lobby
de kioskos y tiendas de gominolas. Esto hace agua por todas partes menos por
una: la de una mujer embarazada. Lo mismo, al final de todo surge nuestra propia P.D. James y nos escribe
un «Hijo de los Hombres» ambientando en la soledad de las aulas, de los
paritorios y de las serranías jienenses. Digo esto porque con el panorama
natalicio es más probable lo anterior que un Dickens nacido en la campiña
olivarera cree a personajes como David Copperfield, Pip o la Pequeña Dorrit,
más bien, me dice mi compadre al llegar a este Poyete de pael que «le saldría
una novela con cientos de Scrooge y un solo Oliver Twist»
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