Llegan
esas fechas en las que, por decreto de telediario, deberíamos estar enseñando
michelín en las playas reservadas a las clases obreras o criando ampollas en
los pies por hacer senderismo recorriendo bucólicos parajes. Talluditos urbanitas
de color rojo gamba, con la riñonera ceñida al costado, o embutidos en bermudas
de camuflaje, al borde del colapso montañés. Es tiempo de vacación y ordenado
descanso. Querido lector estamos en verano y es tiempo de relajo, de dejar
pasar los días con sus largas siestas de pijama y orinal. Días de levantarse
aún adormecidos por el vapor de las cañas de medio día y la digestión de todas
y cada una de las correspondientes tapas. Ir así, desorientado por el pasillo
de casa, dejando que el tiempo pase y que llegue la hora de la cerveza de la
noche. Es necesario relajarse. Lo manda el médico, el consejero de Turismo y el
PIB nacional. Se trata de algo fundamental para mantener la cordura y para no
caer en el estrés y la angustia diaria. Relájese ciudadano y vacacione.
Pero
qué nos relaja realmente. Son ciertos los tópicos o por el contrario lo que nos
afloja la mandíbula y la mala jindama son otras cosas bien distintas a los
clásicos: una puesta de sol. Mirar al mar. Oír trinar a los pájaros. Tumbarse en
la verde hierba. O escuchar los gorgoritos de Pablo Alborán. En cualquier caso
uno ya está hasta la coronilla de que le calienten la cabeza, además de por las
continuadas olas de calor, con el cansino, en todos los sentidos, futuro del
tranvía de Jaén, con el ritmo, si es que existe, de las obras del museo de Arte
Ibérico, por quienes serán delegados de la Junta en lugar de los delegados de
la Junta, de oír chominás sobre el poder de la coleta y su relación con la
economía griega, si el alcalde de Jaén seguirá encaneciendo al mismo ritmo en
los próximos cuatro años, por el ninguneo que sufren diariamente los 66.281
parados de la provincia, por las obras de las autovías, que como Roma, son
eternas, por que Mas nos imagine madrugando para birlarles los calçots cada
mañana, por los taurinos, por los antitaurinos, por la visita, esta vez sí
oficial, a la capital de Susana Díaz, por la facultad de medicina, por la
ciudad de la justicia y por tantas y tantas cosas que se han ido repitiendo
durante meses y que lo seguirán haciendo, como lo de poner en valor (sic) los
pantanos de Jaén.
Relájese
amigo lector. Alíviese, ventoseé discretamente si es que está en compañía. Desabroche
el último botón de la faja. Bájese las mini medias para rascarse donde se clava
el elástico. Es el momento de dejar atrás todas esas tensiones. Ir de tranquis
y de que cuando pidan voluntarios para hacer una tarea que levante la mano
otro. Que la Guardia Civil, en la carretera rumbo a la playa o al chalé, pare
al coche que va delante. Que al maître se le olvide meter en la cuenta las
gambas a la plancha. Dejar que te cubra
el agua y dejar de meter barriga en la piscina de la urbanización. Rascarse
donde más pica, sentirse ligero como una
pluma. Aéreo como Pedro Marín. Olvidarse de la madre que los parió hasta dentro
de unos días
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