El paso del tiempo es una
putada. «La vejez es una mierda» que dijo Sabina con toda la razón del que se
crió mirando a los Cerros de Úbeda antes de perderse más allá de la llanura manchega.
Otro año más y uno menos en la mochila. Cómo dice mi compadre José Romero: «ya
tenemos más por delante que por detrás». Recuerdo que comenzamos en esto de
estrenar almanaques con los calendarios de las carterillas Polluelos y ahora el
calendario lo llevamos en la pulsera junto al contador de pasos y el
registrador de las pulsaciones. La vejez es digital. Hoy es Nochevieja. Vaya
nombre para una mañana como la de hoy en la que todo está por hacer. Hace nada
que le pusieron al amanecer a esta páginas en las que se resume, se hace
balance, cuenta y recuento de lo sucedido. A mí ya me echa chispas el
telefonillo con los avisos de los memes felicitando el año que está por venir.
2019. Un año que nacerá mañana debajo de un montón de confetis grasientos y
unos matasuegras que se suicidaron antes de que dieran las doce rotos por los
costuras e hinchados hasta el límite.
Un año recién nacido que se
estrenará entre los cojines del sofá, con más lámparas que el palacio de
Versalles y más quemaduras que el cenicero de un bingo tras la cena de esta
noche en la que los filetes de merluza a la romana gritarán, no podía ser de
otra manera, en latín ¡vade retro
domine! a la abuela que los atacaba con una espumadera de propaganda de la
Caixa de Estalvis del Penedés.
Este nuevo año abrirá los
ojos del calendario entre un par de benjamines de cava brut, el almax goteando
del romy y el colutorio de menta polar eructando fragancias a clorofila para
limpiar los efluvios del marisco, el caldito de las 4 y las porras con cola-cao
del desayuno-merienda. La televisión de esta nochevieja volverá a mostrar las
vaporosas transparencias de La Pedroche y la repetición de las horas de José Mota
rescatando al tío de la vara… “despacico” y con buena letra para desembocar
mañana entre los valses de Strauss y los fríos altos de ski con un amargor de
boca, zumbidos en la cabeza y la firme decisión de, con esta edad, no volver a
beber en la vida. Mañana amanecerá con resaca de esta noche sin periódicos para
envolver los restos del pescado de la cena.
Hasta aquí ha llegado la
crisis del papel que hoy está en sus manos contando lo que ha sucedido a lo
largo de este año que ha vuelto a poner de manifiesto la manifiesta incompetencia
de los que mandan para sacarnos de este vaivén hipnótico, sedante en el que nos
perdemos olvidando hasta donde guardamos anoche los percebes con tanto espumillón,
papelillos de colores, trozos de turrón que se hizo demasiado el duro y no se
dejó comer, vasos, besos, abrazos y achuchones de vino derramados y fraternales botellines
de cerveza que mancillaron la vajilla buena… la que se repone todos los años
por estas fechas.
Feliz 2019. Espero
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