Soy
tantas cosas que no sabía. Hay en mí tanto escondido y aún por desvelar. De
todas y cada uno de esos aspectos ocultos, que encajona todavía mi personalidad, me voy enterando de a poco. Me las van explicando
voces y mentes preclaras, a las que los dioses otorguen larga vida, sin las que
viviríamos en las tinieblas perpetuas de la ignorancia y el salvajismo más
primitivo. Sin ellos seríamos poco más que hirsutos cazadores y recolectores. Apenas
homínidos afortunados con un pulgar opuesto pero sin capacidad de ver más allá
de nuestros propios hocicos. Perdidos en
la oscuridad. Gracias hay que dar, tal y como escribía más arriba, a estos
tipos que nos descorren la cortina, estampada en estulticia, que nos impide
reconocernos como cerriles moradores de un estado totalitario. Gracias a ellos,
repito, por mostrarnos ese paisaje real y autentico. Gracias por rescatarnos de
las mentiras en las que vivíamos sin darnos cuenta que éramos más Hyde y menos
Jeckill.
Ayer
mismo, el domingo por la mañana, me entero de que formo parte de las brigadas
que, nada más salir de la cueva con el sol aún dormido, nos esforzamos en joder
con sólo nuestra presencia a las tribus de las esquinas comarcales. Trabajamos a
malaleche y con toda la malafollá posible para seguir oprimiéndolos con sus autopistas
de siete carriles, aeropuertos internacionales, multimillonarias inversiones en
cemento y fomento y trenes con asientos que, a malmeter y por dar por el ojo
que mira a Cuenca, han tapizado en moqueta retirando el tejido del pueblo: el
skay
Con
dos cojones nos abrimos la pechera y los escotes para pillar buenos resfriados
y así hacer acopio fascista de nolotil y eferalgan. Son catarros represivos y
de coerción de la voluntad popular. Estornudos que aplastan milenarias culturas
y que con sus achíses y carraspeos contaminan las lenguas minoritarias con sus jesuses
estatalistas sin miramientos ni respetos. Entrenamos en el odio a legiones de
quintacolumnistas empeñados en cobrar el desempleo por desestabilizar a las
demás regiones. Que nuestra actitud no es otra que la de socavar y minar las
aspiraciones legitimas de otros pueblos. Hasta nuestra historia la usamos para
someter. Así que Himilce casó con Anibal para evitar que los elefantes pastaran
al norte del delta del Ebro. Que en Bailén mordió el polvo el águila napoleónica
el 19 de julio de 1808 para hacerlo coincidir con el levantamiento del 36. Me
doy cuenta, gracias a los discursos de estos nuevos Eneas, de que vamos, de que
voy a joder, a hacer daño, a cosica hecha y a mala idea porque nos encanta ser
los primeros de la fila en paro, los últimos en inversiones y que nuestra gente
se vaya a la diáspora para hacer crecer la semilla de nuestro asfixiante
totalitarismo. Que siempre tiramos a dar con los cohetes en estas nuestras fiestas
patronales tan españolistas, taurófilas y heteropatriarcales. Y yo sin saberlo hasta ahora
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