Qué
somos si no un batiburrillo de recuerdos y memorias. Una sombra en el quicio de
la puerta durante un breve verano. Si acaso la silueta descansando en la
cerviguera o el fugaz pestañeo de un relumbre en el poyete de la alberca de la
vida. Así andaba yo el otro día ensimismado en mis cosas con esta y otras
reflexiones cuando me vino, como de soslayo y refilón, el recuerdo de aquella
jornada de trompeteo neroniano. UN día en el que abundaron los trajes de alpaca
recién estrenados, los correteos de los correveidiles por los corredores del
campus. Una fecha pródiga en empujones y codazos protocolarios en la que, muy
principales figuras, anunciaron que la provincia tendría una facultad de medicina.
Por
fin, dijeron tan primordiales personas, los jienenses podrían hacer el juramento hipocrático aquí al lado
sin tener que irse donde atan con longanizas a los perros que a nosotros nos rehúyen.
Añadieron que era de justicia y lo mismo que llegaron, con alardes timbales y címbalos,
se fueron y aquello quedó en un recuerdo que el otro día se me salió por un
agujero de la memoria, pero que destapó los tarros de unas esencias jaeniles
que huelen igual que un libro olvidado en el desván o en la camareta de la casa
del abuelo. Hieden a moho, a cagadas de murciélago, a humedad y a desprecio por
el tiempo perdido. Así se me junto aquella facultad de medicina hundida en la
desmemoria colectiva con mi facultad de acordarme de las cosas que nunca lo
fueron. Los asuntos que jamás se volvieron tangibles. Las aéreas promesas nunca
transformadas en sólidos ya que jamás tuvieron la intención hacerlo. Todo esto
y más me evocan los humores invernales de estas lluvias tardías. Los médicos
que jamás estudiarán en Jaén. Las traviesas de las vías que sólo se colocaron
en los papeles que sirvieron como envoltorio del pescado o que acabaron
clavados en el alambre para la urgencia en la letrina. Asuntos de trenes
perdidos y de chavales que jamás serán como Tom Sawyer porque se han quedado
sin vagones en los que hacer de polizones. La mentira ha ido percolando nuestra
realidad, filtrándose años tras año y presupuesto tras presupuesto. Las
estaciones fantasmas entre vías verdes de zumaques y grama. Los puentes
desbalaustrados dando arcadas sobre arroyos y corrientes por los que descienden
las almadías rumbo a los puertos capitales en los que hacer carrera prometiendo
en los nacimientos las riquezas que se quedarán en las desembocaduras. Jaén un
Orinoco que ha ido sedimentando de cargos públicos su lejano delta. Limos y
barros que jamás volvieron a pensar en las serranías de las que brotaron. De
esto y de otros asuntos me iba yo acordando hace unos días mientras hacia
sombra, una fugaz memoria de papel en este poyete de cada lunes
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