Tienen
fama de hablar mucho y de decir poco. Empiezan diciendo que no es lo mismo
poner las mesas que esperar meses a que las pongan y haya que esperar mil misas
o a que lleguen mil musas. Suben los pisos paso a paso, no dejan poso ya que no
tienen peso. Declaman, estupendos cada fin de semana: ¡no hay mejores que
nosotros! Se zambullen en un mar de micrófonos con olas de grabadora y en la
singladura vuelven a prometer lo que ya prometieron.
Es
superior a sus fuerzas. No se tapan la boca ni con una buena capa, que de tela
o de pintura sirva para sacarles los colores a las paredes. Son muretes canijos
y escuálidos que sostienen las sombras, la sombrillas y los sombrajos con su
palos. Esos que nos dan cada vez que llega el extracto de la cuenta bancaria
que nos deja sentados en un banco con la tarjeta de crédito desacreditada,
fundida, echa polvo, tras el banquete eléctrico y apenas nos queda ya una
banqueta para subir hasta tocar la nómina y encomendarnos al Santo Plomillo y rezarle
para que nos proteja de las veleidades y caprichos del magnetotérmico
Ya
les digo ellos son así. No paran, ni esperan. Cobran. Hablan y hablan y cuánto
más dicen menos se sabe lo que tienen entre manos o entre monos. Se les va la
lengua de legua en legua hasta la selva de muchos dichos y pocos hechos. Cobran
y recobran. Se pertrechan los caudales con nuestros derechos. Te aplican la
sangría al esmarfón y al boquerel del surtidor. Sanguijuelas 4G que apenas te
dejan en pie. La gente va quedando
tendida al sol que más calienta, como si hubiera algún sol que diera frío, pero
si ellos lo dicen así deberá ser y hasta deberá estar. Ojeras y palidez de
tísico define al nuevo ciudadano. Nuevo tiempo para viejas enfermedades.
Ahora
la inflación baja cuando sube por las nubes. El paro se cae hacía arriba. Las retenciones
del IRPF son como las de orina. Te suben la tensión y ni una caja de Seguril
consigue bajarla. Ganando cada vez más cobras cada vez menos. Es para mear y no
echar ni gota. Pillarse un globo en el que se suben estos cómicos, alguno de
ellos volverá a ser químico, que nunca se detienen, ni tienen ganas de hacerlo
para darse cuenta de que la cuenta ya no sale. El agujero es cada vez más
hondo, a los pantanos se les sube el limo al rebosadero.
Una
multitud, parada, mira el paisaje de olivares, campiña y serranía. Una
multitud, detenida, haciendo cola, pagando el diezmo y meneando el rabo.
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