En
unos días esta páginas se llenaran de asuntos turísticos. De reafirmación
interior y paradisíaca. Es el efecto
«fitur». Es el trastorno anual que sufre la clase dirigente que se desvive por
detener a los que pasan, velozmente, por la A-4 para que miren, vean, se queden un rato y
gasten algo que andan las cosas malejas por esta tierra. Cada año por estas
fechas el turismo activo, el «know-how», las singularidades de la tierruca y el
aceite, y el vino, y el castillo, y la romería y las procesiones se imprimen
miles de veces en folletos que se repartirán, a manos llenas, en los
mostradores con los colores de Jaén en la Feria Internacional
de Turismo que se celebra en los madriles.
Fue
allí, en uno de esos fitures de oropel y dispendio de los años noventa en los
que tuvo lugar la recordada «Toma del stand de Huelva». A los paisanos de Onuba
se les ocurrió dar un degustación de gamba blanca con guarnición de jamón
ibérico y claro… la multitud asaltó los mostradores. Eran otros tiempos. En la
moqueta fiturera se codeaban Julio Iglesias, dando perfil bueno en el stand de la Costa Valenciá , con el orondo
Jesús Gil en la arcadia marbellí de cartón piedra que se construyó en el parque
Juan Carlos I. La Rosa
de España con el Bisbal y una patulea de famosos que cargaban con las bolsas
«vips» del merchandising. El resto de la peña pedía pines para completar la
colección y las oficinas de turismo ungían las cabezas con sombreros de paja y
gorras de viserilla. En Jaén se repartían botellitas de aceite de oliva y los
alcaldes de los 97 pueblos buscaban la foto con los barandas de la cosa
turística. Consejeros y consejos. Degustaciones y presentaciones de guías de
senderos. Reales y figurados.
Ahora
son otros tiempos. Más austeros. La cosa se enfoca más al negocio y menos al
ocio, salvo que sea el que pague el forastero cuando se alquile un hotelito en
la provincia. Los focos ya no hacen sombra a tanto político en las crónicas de
nuestro enviado especial a la capital de España. Famosos de medio pelo, cuando
no careciendo del todo de él, se pasean en busca de micrófonos y una cámara que
les devuelvan el fulgor perdido.
Pero
el asunto está en la economía y en los euros que siguen pasando de largo por
las autovías. Hay que detenerlos a fuerza de tapas, monumentos, caza, piedras,
historia y tradición. Jaén sigue siendo un paraíso interior y los que van y
vienen, todavía con más velocidad desde que apañaron lo de Despeñaperros, por la A-4 no se paran en número
suficiente para descabalar la balanza de pagos a nuestro favor y en contra del
platillo del debe. «Debemos generar sinergias» retumbarán los altoparlantes en
las salas de aglomerado mientras la megafonía repite la matrícula de un coche
que estorba en la cercana Avenida del Partenón.
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